Thursday, June 23, 2005

Decisión 2006

Javier Treviño Cantú
El Norte
23 de junio de 2005

En un vuelo reciente, de regreso de Nueva York, me encontré la edición especial por el 75 aniversario de la revista Fortune. Tenía varias opciones: hojearla, leerla o regresarla a la bolsa del asiento delantero. Decidí revisarla con cuidado, porque incluye una serie de artículos sobre un tema fundamental para México: el arte de tomar decisiones.

Nuestras vidas están llenas de decisiones. Algunas son trascendentes, complejas o monumentales. Otras son sencillas, fáciles de tomar, poco complicadas. Todo depende de nuestro carácter, preparación, conocimiento y, por supuesto, capacidad de decisión. Pero lo que es un hecho es que tenemos que decidir, y eso significa descartar todas las demás opciones que consideramos al principio.

Muchas de las decisiones que tomamos resultan equivocadas. Pero eso no es lo mismo que tomar malas decisiones. Cuando no tenemos toda la información o todos los elementos para decidir, el resultado probablemente será muy distinto al que esperábamos. En cambio, cuando sabemos lo suficiente para entender que puede ser una decisión equivocada y aun así la tomamos, estamos tomando una mala decisión. Las equivocaciones son parte de la vida, pero las malas decisiones se pueden evitar o, por lo menos, prevenir.

En México, los ciudadanos tenemos que tomar decisiones. Nuestro país sigue debatiéndose entre la parálisis y el retroceso. Los temas fundamentales, como una reforma educativa y muchos otros de igual importancia, son rebasados por los escándalos políticos. Las situaciones de emergencia que se presentan en terrenos como el de la inseguridad -producto a su vez de la falta de capacidad, o voluntad, para tomar decisiones eficaces a tiempo- hacen que toda la atención se centre en asuntos coyunturales.

Si queremos consolidar nuestra democracia, contar con una economía competitiva y una mejor calidad de vida, los ciudadanos tenemos que estar dispuestos a tomar la decisión más difícil de todas: escoger a la mejor gente para sacar adelante al País. Por supuesto, no vivimos en un mundo ideal, y hasta el momento las opciones que existen parecen ser francamente limitadas. Por esa misma razón, los ciudadanos tenemos que estar preparados, y comprometidos, a tomar la mejor decisión no sólo para cada uno, sino también para el conjunto de la sociedad.

Como se señala en Fortune, una de las peores cosas que existen es la incertidumbre. No saber lo que ocurrirá es una fuente de tensión para todos. Sin embargo, ésa es la esencia misma del futuro, por lo que las decisiones que tomamos en el presente son las que pueden reducir los riesgos que enfrentemos mañana. Aunque el reportaje de la revista está orientado principalmente al mundo de los negocios -y considerando que no existen "recetas" para tomar decisiones infalibles-, plantea algunos puntos que podemos adaptar y considerar para prevenir algo que luego podríamos lamentar:

1. Nunca vamos a tener toda la información necesaria. Un análisis serio y detallado es la base de cualquier buena decisión. La cuestión es que nunca vamos a contar con toda la información que quisiéramos para decidir. Esto puede hacer que se posponga la decisión o que, aún peor, no se tome. En nuestro caso, esto equivaldría al abstencionismo, y ésa es la peor decisión de todas. Lo primero que hay que hacer es optar por la democracia, lo cual significa estar dispuestos a votar en forma razonada.

2. Más vale malo por conocido, que bueno por conocer. Independientemente de lo exitoso que pueda, o no, ser un gobierno, en el dinámico entorno global que vivimos hay que estar dispuestos a cambiar en forma constante. Pero el cambio no debe significar un salto al vacío de lo desconocido, ni un cambio por el cambio mismo, sino la opción de seguir un nuevo rumbo claramente definido.

3. Los líderes son electos para tomar decisiones. Ésa es su principal obligación y responsabilidad. Pero en ninguna parte del mundo se espera que un Presidente democráticamente electo sepa todo ni tenga todas las respuestas. En cambio, lo que un líder sí debe tener es un claro sentido de la dirección en la que hay que ir, así como colaboradores que le ofrezcan opciones viables, y que no le digan solamente lo que creen que quiere escuchar.

4. Se deben encontrar formas de aliviar la ansiedad. Un nivel de tensión relativamente bajo puede ser productivo, ya que ayuda a concentrar la atención en resolver un problema específico. En cambio, un alto nivel de ansiedad puede llevar a la parálisis. Sin duda, la ansiedad que vivimos los ciudadanos es cada vez más alta, pero no podemos dejar que nos rebase. Si bien tenemos que estar muy atentos al proceso electoral, también debemos ocuparnos de asuntos más productivos para el País.

5. Es posible pasar del instinto a la razón. Cuando enfrentamos escenarios demasiado complejos, muchas veces tendemos a tomar decisiones de manera "instintiva", basadas en el impacto emocional que nos provoca una situación o una persona. En la era de la "democracia por televisión", la capacidad de un candidato para "conectar" con el electorado puede ser determinante. Lamentablemente, la experiencia reciente nos indica que una decisión poco razonada puede conducir al fracaso. Necesitamos "educar" a nuestros instintos y razonar lo más posible nuestra decisión.

6. Una decisión individual tiene impacto colectivo. A pesar de que es muy difícil separar los intereses personales de los del resto de la sociedad, existe una "brújula" que nos puede orientar. Imaginemos que México es una persona y que, como cualquier ser humano, quiere vivir muchos años, estar seguro, prosperar, tener buenas relaciones con sus vecinos y ser respetado por la comunidad.

Para los candidatos, la elección presidencial es "una venta de un solo día". Quieren que un domingo vayamos a las casillas y compremos la propuesta que nos hacen con nuestro voto. En cambio, para los mexicanos ese domingo representa decidir al hombre y al equipo que nos deben guiar por las aguas turbulentas de la globalización durante seis largos años. Cuando llegue el momento, vamos a tener que tomar una decisión. Ojalá que no sea una mala decisión.


javier.trevino.c@gmail.com

Thursday, June 09, 2005

Efecto CNN

Javier Treviño Cantú
El Norte
9 de junio de 2005

"La posibilidad de que este proyecto fracasara no era una opción". Esta frase de Ted Turner la sigo recordando desde el pasado 1 de junio, cuando asistí a las celebraciones del 25 aniversario de CNN en Atlanta, junto con un grupo de destacados periodistas de todo el mundo. La llegada de esta televisora significó un parteaguas en la historia de las comunicaciones. La "aldea global" de Marshall McLuhan se convirtió en una realidad. "Cable News Network" marcó el inicio de una nueva era, donde un acontecimiento en cualquier parte del Planeta ahora podía ser visto, en vivo, por el resto del mundo.

El tiempo le dio la razón a Turner, pero al principio el éxito de su ambiciosa iniciativa no era tan claro, ni tan seguro. El controvertido empresario decidió que las instalaciones de CNN estuvieran en Atlanta, Georgia. En términos geográficos y culturales, esta ciudad sureña está muy lejos de Nueva York, Chicago o Los Ángeles, los centros históricos del periodismo y el entretenimiento estadounidenses. Además, Turner no contaba con ninguna "estrella" para encabezar sus programas, y su oferta televisiva parecía entonces muy limitada: ¿quién iba a ver un canal que solamente transmitiría noticias las 24 horas del día?

Pero Turner siempre estuvo convencido de que CNN jugaría un papel similar al del periódico The New York Times: ser la fuente de noticias por televisión más confiable y respetada de todas. "Era una aventura, pero yo pensaba que el mundo realmente se beneficiaría al tener información muy diversa sobre lo que ocurría en todo el planeta", nos dijo Ted Turner. Tenía razón: en sólo siete años logró transformar un proyecto visionario en un negocio rentable. Poco después, la Guerra del Golfo confirmaría que CNN había cambiado el panorama de las comunicaciones globales para siempre.

En 1991, cuando Bernard Shaw dijo en la pantalla "algo pasa allá afuera", el resto del mundo supo que el ataque de Estados Unidos contra Iraq había comenzado. La primera transmisión en vivo y en directo de una guerra replanteó la forma de hacer televisión, así como nuestra percepción de la realidad. En 1992, la crisis en Somalia consolidó lo que ahora conocemos como "el efecto CNN". Las impactantes imágenes de niños muriéndose de hambre en ese país africano provocaron que el gobierno del primer Presidente George Bush interviniera. Al año siguiente, las aún más poderosas imágenes de un soldado estadounidense siendo linchado y arrastrado por las calles de Mogadishu fueron determinantes para que el Presidente Clinton anunciara la retirada.

El "efecto CNN" se refiere al impacto en las decisiones de un gobierno que tiene la cobertura en tiempo real de un evento, por parte de los medios de comunicación globales. Analistas como el profesor Steven Livingston consideran que, al menos, hay tres tipos de efectos que pueden tener medios como CNN en el terreno político: primero, al "acelerar" los procesos de toma de decisiones; segundo, al "inhibir" posibles iniciativas de políticas públicas; y tercero, al convertirse en actores capaces de "definir la agenda" no sólo mediática, sino también política.

Aquí, en México, todos los días tenemos muchos ejemplos de algo parecido al "efecto CNN". Cuando el Gobierno es confrontado por una crisis, o situaciones imprevistas que acaparan la atención del público, se ve forzado a reaccionar sin pensar en todas las consecuencias de sus decisiones. Recordemos, por ejemplo, la declaración a "botepronto" del entonces Canciller Jorge Castañeda, después de los atentados terroristas del 11 de septiembre. En una entrevista "de banqueta" dijo que no había que "escatimarle el apoyo a EU". Con ello sentó las bases para una polarización entre la clase política, y afectó todo el marco de decisiones para el Presidente Fox.

En cuanto al segundo "efecto", no hay necesidad de abundar sobre la gran cantidad de decisiones que se han visto frenadas por el impacto de los medios. La cobertura del desafuero del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México que realizaron los medios internacionales también debe haber pesado en la decisión de suspender el proceso y permitir que AMLO participe en la elección del 2006.

Pero, sin duda, el "efecto" más trascendente es el papel que juegan los medios de comunicación al incidir en la definición de la agenda política. Cuando un gobierno no logra articular con claridad sus políticas, los medios las definen por ellos. Cuando un gobierno quiere minimizar algún asunto relevante, los medios se encargan de que éste se coloque en el centro de la atención pública. Cuando un gobierno es incapaz de atender las necesidades más elementales de la gente, los medios asumen un papel cada vez más activo para buscar formas de resolver el problema.

Los medios, la tecnología y el mundo han cambiado mucho desde que CNN inició sus transmisiones en 1980. En EU, CNN ya no está sola. Ahora enfrenta una competencia feroz por parte de Fox News. De acuerdo con estudios de Nielsen, en 2004 el número de personas que sintonizaron diariamente CNN llegó en promedio a 30.4 millones, comparado con 27.3 millones de Fox News. A nivel internacional, CNN tiene que competir con servicios como BBC World, la televisora árabe Al-Jazeera, y próximamente con Telesur.

Aun así, el sueño de Ted Turner, que hoy es parte de la compañía Time Warner-AOL, sigue siendo rentable. CNN es una de las marcas globales más valiosas. Cuenta con nueve televisoras -incluyendo CNN en Español-, tres estaciones de radio, seis sitios de internet y servicios de distribución de contenidos de audio y video. Lo más importante para Ted Turner es que se ha vuelto una de las fuentes informativas más confiables del mundo: su página principal en internet es visitada por más de 22 millones de usuarios al mes. Nada más la supera Yahoo News, con unos 23 millones de visitantes.

Hace 25 años, CNN sentó nuevas pautas y estándares que otras televisoras han tenido que seguir. Sobre todo, ayudó a que los gobiernos de todo el mundo entendieran que no pueden actuar dando la espalda a los medios, y mucho menos a la opinión pública. La democracia es sinónimo de transparencia, y tanto los medios como los actores políticos están unidos en una danza donde los dos quieren marcar el ritmo. Para ambos, el fracaso nunca debe ser una opción.