Wednesday, April 23, 2008

Visiones del nuevo orden mundial

Javier Treviño Cantú
El Norte
23 de abril de 2008

Durante el vuelo de regreso de Nueva Orleáns, seguramente el Presidente Calderón quedó convencido de que está por cerrarse un ciclo al concluir la administración del presidente Bush. Tal vez también se hizo preguntas sobre el futuro.

Después de ganar la Guerra Fría y quedar como la única superpotencia en un sistema unipolar, el consenso es que Estados Unidos ha malgastado su poder al iniciar una guerra injustificable contra Irak, recurrir a prácticas ilegales como la tortura para combatir el terrorismo, y poner en riesgo la estabilidad económica mundial con su incapacidad para prevenir el colapso del mercado hipotecario de alto riesgo.

Para México, el fin del ciclo se resume en la construcción a marchas forzadas de la barda fronteriza, y en el rechazo proteccionista al TLC por parte de los aspirantes demócratas a la presidencia, Hillary Clinton y Barack Obama. Por ello, la visión de cuatro reconocidos analistas puede ayudar a definir algunas preguntas que México necesita hacerse en el marco del nuevo orden mundial que está surgiendo.

Para Fred Kaplan, el mismo fin de la Guerra Fría destruyó el concepto de “superpotencia”. En su libro Daydream Believers: How a Few Grand Ideas Wrecked American Power, sostiene que este cambio debilitó a Estados Unidos, al reducir los espacios para imponerle su voluntad a otros países y actores. Pero, en lugar de reconocerlo, la administración Bush asumió la conclusión opuesta: la idea de que su poderío era casi absoluto los llevó a cometer costosos excesos.

Según Kaplan, Estados Unidos sólo es una potencia más, en un sistema que oscila entre la multipolaridad y la anarquía, por lo que la primera tarea de la siguiente administración sería reconstruir los lazos con sus principales aliados. Igualmente, la primera pregunta para México sería cómo convencer al próximo ocupante de la Casa Blanca de que nuestro país debe ser incluido en esta categoría.

Por su parte, Robert Kagan sostiene en sus ensayos The Return of History and the End of Dreams y The End of the End of History, que el mundo ha regresado a la “normalidad”. El mundo sigue siendo unipolar; lo que ha cambiado es la reanudación de la competencia entre potencias regionales. Estados Unidos sigue a la cabeza, pero rivaliza con Rusia, China, la Unión Europea, Japón y otras naciones para predominar.

De acuerdo con Kagan, las democracias liberales además compiten en el terreno ideológico con autocracias económicamente exitosas, como China y en menor medida Rusia, por definir el mejor modelo de desarrollo para miles de millones de personas.

Ante la falta de acuerdos básicos entre las potencias, Kagan opina que Estados Unidos podría encabezar una nueva “liga de países democráticos”, que complemente los esfuerzos de organismos como la ONU. John McCain, el candidato Republicano a la presidencia estadounidense, ya incluyó esta idea en su plataforma electoral. En caso de que gane, la pregunta es cómo lograr que México se sume a este club, cuando nuestra inmadura democracia puede ser secuestrada por un dirigente mesiánico.

Parag Khanna ofrece un enfoque alternativo. En su libro The Second World: Empires and Influence in the New Global Order, considera que hay tres grandes potencias: Estados Unidos, la Unión Europea y China. La competencia entre ellas estaría dándose en el “segundo mundo” de las potencias regionales, desde Rusia y la India, hasta Brasil.

Lo que caracteriza a las potencias “segundomundistas” más exitosas, sería la capacidad de equilibrar sus relaciones con las tres potencias principales, para no depender de una sola. A pesar de contar con un acuerdo privilegiado con la Unión Europea y de los puentes con Asia a través de la membresía en APEC, México ha puesto prácticamente todos sus huevos en la canasta norteamericana. La pregunta, por lo tanto, sigue siendo cómo ir más allá de la retórica para reducir la vulnerabilidad estratégica que significa nuestra excesiva dependencia frente al vecino del norte.

Por último, Richard N. Haass, uno de los internacionalistas estadounidenses más influyentes, acaba de publicar un largo artículo en la revista Foreign Affairs, en donde sostiene que el mundo se ha vuelto “a-polar”: el poder se ha dispersado entre un creciente número de centros, donde los Estados apenas son uno de los actores.

Para Haass, el poder de los gobiernos nacionales se ve limitado desde “arriba”, por los organismos multilaterales y regionales; desde “abajo”, por las organizaciones criminales transnacionales; y desde los “lados”, por las capacidades de las grandes compañías multinacionales y de ONGs dedicadas a temas como los derechos humanos.

De acuerdo con Haass, el mundo a-polar es por naturaleza inestable, lo que aumenta los riesgos y las dificultades para concertar acciones frente a retos globales como la inseguridad energética. En este sentido, las alianzas cobran mayor importancia que nunca, así como la diplomacia multilateral.

México probablemente ocupará un asiento no-permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU durante los dos próximos años. La pregunta es si está preparado para aprovechar ese espacio, o si, como ocurrió la vez anterior, terminará pagando costos tan altos como el enfriamiento glacial de la relación con los Estados Unidos, justo al arranque del nuevo ciclo que está por comenzar.

Wednesday, April 09, 2008

Una cómoda apuesta

Javier Treviño Cantú
El Norte
9 de abril de 2008

A unos días de que se celebre la cumbre de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), México parece ir a contracorriente en su relación con Estados Unidos. El mundo espera grandes cambios cuando llegue una nueva administración a la Casa Blanca, ya sea demócrata o republicana. Sin embargo, en México el Gobierno le está apostando a la inercia del continuismo.

Los pendientes en materia de política exterior que deja Bush a su sucesor(a) son interminables: Iraq y Afganistán; el Medio Oriente; China, Rusia, la India y otras potencias emergentes con programas nucleares; la relación transatlántica con Europa; África. Todos recibirán una atención prioritaria antes de que alguien se ocupe de América Latina.

Además, el nuevo Gobierno deberá definir su postura frente a temas globales como la "guerra contra el terrorismo", la proliferación de armas de destrucción masiva, el calentamiento global, la inseguridad energética, la promoción de la democracia y, por supuesto, la reactivación de la economía estadounidense.

Es cierto que algunos especialistas opinan que la política exterior de la siguiente administración será definida más por la continuidad, que por el cambio. Si acaso tienen razón, la clave estará en el nuevo "principio rector" que oriente la toma de decisiones en la Casa Blanca para distinguir entre lo urgente, y lo importante.

Parecería que México le está apostando a este escenario de continuismo. En el caso de la relación comercial tiene sentido. La gran mayoría de los estudios muestra que, con todo y sus limitaciones, el TLC ha tenido efectos positivos para México. Por ello el Gobierno mexicano ha cerrado filas para defenderlo a capa y espada. El pasado fin de semana, el Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, sostuvo en Miami que "lo que importa es que (el TLC) continúe... nosotros no expresamos, como miembros de gobierno, preferencia por ningún candidato".

El caso de la ASPAN es más complicado. Ésta fue una iniciativa de Washington para atender las preocupaciones por su seguridad tras los atentados del 11 de septiembre. Nunca contempló espacios para discutir otros asuntos de importancia fundamental para las contrapartes, especialmente el tema migratorio. Su peculiar diseño ha despertado sospechas y temores, especialmente en Estados Unidos. En México y Canadá también existe un gran escepticismo acerca de sus ventajas.

A pesar de todo, el Gobierno mexicano considera que la ASPAN es el mejor instrumento para asegurar la supervivencia de proyectos como la "Iniciativa Mérida". Los mil 400 millones de dólares que solicitó el mandatario estadounidense para esta iniciativa están congelados en su Congreso. El pasado 4 de abril se publicaron declaraciones del Subsecretario para América del Norte, Carlos Rico Ferrat, quien habría sostenido que "para nosotros es fundamental que quien llegue (a la Presidencia de Estados Unidos) no quiera cambiarnos la agenda o no aprovechar todo el avance que hemos logrado". Con ello, reafirmó que la continuidad de la ASPAN es una de las principales metas para la cumbre que sostendrán los Presidentes Bush y Calderón, junto con el Primer Ministro canadiense Stephen Harper, el 21 y 22 de abril en Nueva Orleans.

El Presidente Felipe Calderón llegará a esa cumbre con una posición de fuerza relativa. La economía mexicana ha resistido mejor de lo esperado la desaceleración económica en Estados Unidos. La estrategia de combate a la inseguridad dista mucho de haber logrado sus objetivos, pero la reestructuración de la Policía Federal y otras medidas indican que México por lo menos está tratando de hacer su parte para enfrentar el reto común. Además, se ha recuperado capacidad de interlocución con América Latina a través de la presidencia del Grupo de Río, y pronto ocuparemos un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Para que México capitalice esta fortaleza del Presidente y los "espacios ganados" a los que se refirió el Subsecretario Rico, habría que concentrarse en cuatro aspectos: 1) Replantear la estrategia de comunicación internacional del Gobierno para dejar atrás los reclamos altisonantes y la dispersión de mensajes. 2) Designar un nuevo encargado de llevar todos los hilos de la ASPAN. La agenda de seguridad está a cargo de la Secretaría de Gobernación, y la de prosperidad queda bajo la coordinación de la Secretaría de Economía, ambas con todo el apoyo de la Cancillería. Pero el diseño de la ASPAN exige que haya un responsable de mantener la perspectiva global, y para ello debe estar lo más cerca posible del Presidente, en Los Pinos. 3) Mejorar la coordinación dentro del gabinete de seguridad. Esto es esencial, particularmente ante las recientes muestras públicas de diferencias entre la SSP y la Sedena. 4) Diseñar un nuevo modelo para ampliar la participación de otros actores en el mecanismo, sin perder efectividad, tomando como referente la experiencia del Consejo de Competitividad de América del Norte.

Ante la oportunidad de que México presente una iniciativa de reforma para la relación con Estados Unidos y Canadá, en la próxima cumbre de la ASPAN deberíamos apartarnos de la cómoda apuesta por la continuidad.