Wednesday, August 27, 2008

Camino sinuoso

Javier Treviño Cantú
El Norte
27 de agosto de 2008

Mañana termina la convención del Partido Demócrata con la nominación oficial de Barack Obama como candidato a la presidencia de Estados Unidos. Sin experiencia en la administración pública ni logros destacados en su corta carrera legislativa, logró estar en el lugar correcto y en el momento indicado, para convertirse en el emblema de una nueva generación que busca superar la barrera racial y darle un sentido renovado de propósito a la superpotencia.

El triunfo electoral de Obama no está asegurado. A pesar del profundo desencanto con la saliente administración Bush, encuestas recientes indican que la contienda está prácticamente empatada. Su oponente republicano, John McCain, ha logrado sembrar dudas sobre la capacidad de Obama para dirigir a Estados Unidos en un mundo plagado de amenazas. En especial, su reacción al choque entre Rusia y Georgia, ayudó a reafirmar la percepción de que está mejor preparado para enfrentar crisis internacionales.

Sin embargo, la política exterior nunca ha definido el resultado de una elección presidencial en Estados Unidos. Como siempre, la economía es lo que más le preocupa a los electores. Esta tendencia se ve reforzada por tres factores: 1) la profundización de la crisis financiera; 2) el regreso de la inflación; 3) la desigualdad en el ingreso de las familias estadounidenses.

El derrumbe del mercado hipotecario de alto riesgo se ha convertido en lo que el Financial Times calificó como “la peor crisis financiera enfrentada por occidente en los últimos 70 años”. Hace unos días, la agencia Eurostat reportó que el PIB de la Unión Europea se contrajo 0.1 por ciento en el segundo trimestre. El de Japón disminuyó en 0.6 por ciento, y el de Estados Unidos apenas creció 0.5 por ciento. Además, en julio el índice de precios al consumidor en este último país registró su mayor incremento en 17 años, al elevarse 5.6 por ciento.

Las dificultades de los bancos de inversión y las principales compañías hipotecarias de Estados Unidos, han hecho que se restrinja el crédito a los consumidores. Ello amenaza con trasladar la crisis del sector financiero a la economía real, incluyendo sectores como la industria automotriz, en donde las tres principales compañías de Detroit enfrentan la etapa más delicada de su historia. A este complejo panorama se suma la peor desigualdad del ingreso en Estados Unidos desde los años 20 del siglo pasado.

Según David Leonhardt, del New York Times, el consenso entre los asesores económicos de Obama es que la desigualdad representa un problema más grave que la falta de crecimiento. Por ello, proponen una redistribución del ingreso, mediante un aumento de impuestos para las familias que ganan más de 250 mil dólares al año y reducciones prácticamente para todas las demás, así como una inversión anual de 50 mil millones de dólares en infraestructura y energía renovable.

Habrá que esperar para ver cómo reaccionan los electores estadounidenses ante las propuestas redistributivas de Obama. También habrá que esperar a ver quién gana la elección, para saber qué políticas en realidad impulsará la próxima administración. En cambio, no tenemos que esperar para saber dos cosas: primero, que las dificultades económicas en Estados Unidos no se resolverán pronto; y, segundo, que se está generando un nuevo consenso en favor de que el Estado juegue un papel más activo en el terreno económico.

Para México, estos dos hechos tienen implicaciones directas. Si bien el impacto de la desaceleración estadounidense ha sido menor al que se podía anticipar, sus efectos ya empiezan a resentirse. Las recientes cifras dadas a conocer por el INEGI, indicaron que el crecimiento anualizado al segundo trimestre fue de 2.1 por ciento, muy por debajo de las expectativas que tenían la mayoría de los analistas.

La integración de la planta productiva mexicana al sector industrial y manufacturero de Estados Unidos es cada vez más profunda. Si la crisis financiera del vecino país en efecto se traslada al resto de la economía, México se encuentra en una posición extremadamente vulnerable.

Esto exige redoblar esfuerzos para elevar nuestra competitividad, diversificar los mercados de exportación y fortalecer el mercado interno, pero sin poner en riesgo el control de la inflación, con luchas por el control de la política monetaria como las que hemos visto entre las autoridades de Hacienda y el Banco de México.

Sin duda, al igual que está ocurriendo en el resto del mundo, los distintos niveles de gobierno y el Congreso tienen que jugar un papel más activo para apoyar un mayor crecimiento sostenible de la economía. Para transitar por este camino sinuoso, hay que cerrar filas y acelerar el paso, sin olvidar las lecciones del pasado, y estando muy atentos a lo que ocurre en el exterior.

La velocidad de los cambios está por acelerarse con la llegada de la próxima administración estadounidense. Si no estamos preparados para aprovechar las oportunidades que ofrezca esa coyuntura, así como los riesgos que también puede plantear, vamos a estar en una situación de mayor desventaja. Por lo pronto, la plataforma económica de Barack Obama que surja de la Convención Demócrata, es un referente obligado para evaluar cómo nos puede pintar el panorama a corto plazo.

3 comments:

Anonymous said...

Todo indica que la elección va a estar muy cerrada. Ya no es claro que Barack Obama vaya a ganar fácilmente.

Anonymous said...

No importa si gana Obama o McCain. Lo importante es si el gobierno de México está preparado para la nueva etapa en la relación. Y, para mi, resulta evidente que Calderón y su equipo no están preparados.
Tomás González
Monterrey

Javier Trevino said...

Coincido contigo, Tomás. Nada nos parece indicar que el gobierno de México esté preparado para aprovechar el inicio de una nueva administración en Estados Unidos.