Sunday, August 26, 2012

Debut internacional de Peña Nieto

Javier Treviño Cantú*
Milenio
26 de agosto de 2012 

Poco después de tomar posesión el próximo 1 de diciembre, el “debut” en los grandes escenarios internacionales de Enrique Peña Nieto, ya como Presidente Constitucional de México, ocurrirá en Santiago de Chile, cuando asista el 26 y 27 de enero de 2013 a la Primera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) – Unión Europea (UE).

Se trata, en realidad, de la séptima Cumbre entre América Latina-el Caribe y la Unión Europea, pero a raíz de la institución de la CELAC como nuevo mecanismo regional, aparentemente se decidió reiniciar la contabilidad. Su tema central será la promoción del desarrollo sustentable y, como es usual en este tipo de eventos, además de darle continuidad al llamado Plan de Acción de Madrid —acordado en la reunión previa— con seguridad se definirán nuevas áreas para los trabajos y la cooperación entre las partes.

De cualquier forma, el entorno y la Cumbre CELAC-UE serán una excelente oportunidad para proyectar con claridad el nuevo enfoque de la política exterior que el Presidente Peña Nieto buscará seguir respecto a esas dos regiones claves para nuestro país. A la vez, su participación también servirá como referente para ir perfilando sus iniciativas diplomáticas hacia las otras dos regiones que conforman el “cuadrante geo-estratégico” para nuestro país: América del Norte, donde destaca en particular la relación bilateral con los Estados Unidos, y Asia, donde igualmente sobresale la importancia de la relación con China.

Para México, una de las condiciones para el éxito de su política exterior sin duda radica en encontrar un equilibrio en la atención dedicada a los ejes Norte-Sur (América del Norte-América Latina y el Caribe) y Este-Oeste (Europa-Asia), así como una complementariedad en el tratamiento transversal de los principales temas de las agendas bilaterales, regionales y multilaterales.

Durante el periodo de transición entre septiembre —una vez que el Tribunal Electoral concluya la calificación del proceso electoral— y noviembre, el Presidente electo tendrá oportunidad de realizar diversos viajes al exterior para establecer contacto personal con autoridades y otros grupos de interés. Sin embargo, tanto en el caso de Estados Unidos como de China —dos de los principales “nodos” para el tejido de una renovada red de alianzas diplomáticas, acorde a las cambiantes condiciones del escenario global— la situación coyuntural es compleja.

En Estados Unidos habrá elecciones en noviembre. Hace cuatro años, la única reunión internacional de Barack Obama como Presidente electo fue con el actual mandatario mexicano, Felipe Calderón. En un contexto particularmente difícil —al haber “heredado” una grave crisis económica y las guerras en Afganistán e Irak—, este gesto de Obama reflejó la importancia prioritaria que desde un principio su gobierno le asignaría a la relación con México. Por ello, en caso de que Obama logre reelegirse, sería factible anticipar la disposición de nuestros vecinos para reeditar un encuentro similar con Enrique Peña Nieto, o en su defecto programar una reunión de trabajo poco después de la ceremonia de inauguración.

De igual forma, en caso de que ganara el candidato Republicano a la presidencia de Estados Unidos, Mitt Romney, una pronta reunión con su contraparte de México refrendaría la voluntad de estrechar lazos para iniciar con el pie derecho una nueva etapa en la relación bilateral. En cualquier caso, sería muy útil que el encuentro entre los mandatarios de México y Estados Unidos se diera antes del viaje a Chile para participar en la Cumbre CELAC-UE a finales de enero. De esa forma, el Presidente Peña Nieto ya contaría con una perspectiva más clara de lo que cabría esperar para el futuro inmediato de la relación con Estados Unidos y, al menos en parte, quizás también con China, el otro actor central del escenario mundial.

El actual gobierno mexicano decidió —al “cinco para las doce”— promover la participación de México en las negociaciones para establecer el Acuerdo Trans-Pacífico (TPP, por sus siglas en inglés). Es una ambiciosa iniciativa nominalmente comercial, pero con significativas implicaciones geo-políticas, ya que algunos analistas lo ubican como parte de la reorientación diplomática de Estados Unidos hacia Asia para “contener” la expansión de China. En esta medida, la participación de México en el TPP será un elemento que el próximo gobierno chino seguramente tomará en consideración a la hora de evaluar y dar paso a la siguiente fase de la relación bilateral con México, una vez que se produzca el relevo de su dirigencia en algún momento de septiembre u octubre.

Esto nos trae de regreso al escenario latinoamericano, ya que la posible inclusión de México en el TPP embona con la reciente entrada en vigor del nuevo Acuerdo del Pacífico entre nuestro país, Colombia, Perú y Chile, así como con la creciente presencia en la región no sólo de China, sino también de la propia Unión Europea (UE). A pesar de las voces alarmistas que alertan sobre un posible retraimiento europeo del escenario mundial por su persistente crisis financiera, la UE es un actor con visión de largo plazo, dispuesto a seguir desempeñando un papel activo en el terreno internacional.

Para muestra, apenas el pasado mes de junio la UE suscribió un nuevo Acuerdo Comercial con Colombia y Perú, y un Acuerdo de Asociación con Centroamérica. Esto, sumado a las próximas resoluciones que se alcancen en Santiago de Chile, le abre una nueva ventana de oportunidad a nuestro país para reafirmar su liderazgo como un interlocutor multi-regional privilegiado.

México cuenta con su propio Acuerdo de Asociación con la UE desde el año 2000. Los intercambios comerciales han aumentado en este tiempo más de 200%, alcanzando en 2011 un total cercano a los 57 mil millones de dólares, mientras que la inversión proveniente de la UE pasó de representar un 22% del total, a un 37%. Nuestro país, además, fue reconocido desde 2009 por la UE como “socio estratégico”. En la reciente reunión bilateral entre México y la UE —realizada en Los Cabos el pasado mes de junio, en el marco de la Cumbre del G20—, ambas partes decidieron extender el Plan Ejecutivo Conjunto de su asociación estratégica, lo cual abre perspectivas para concertar posiciones de primera importancia para el país, incluyendo acciones de cooperación triangular que contribuyan a fortalecer la seguridad en Centroamérica.

De esta forma, a poco menos de sesenta días de haber asumido el poder, el Presidente Enrique Peña Nieto tendrá la oportunidad de desplegar un juego diplomático a cuatro bandas en Santiago de Chile. El valioso tiempo con el que contará durante la transición para definir su política exterior, y la asignación de un presupuesto en la Cámara de Diputados que asegure la disponibilidad de recursos suficientes para concretar proyectos ambiciosos, seguramente le permitirá aprovechar la Cumbre para empezar a retomar el lugar que nuestro país debe ocupar en el mundo como una potencia emergente respetada.




*El autor es Diputado federal electo por el PRI a la LXII Legislatura y fue Subsecretario de Relaciones Exteriores.