Tuesday, January 08, 2013

Política exterior integral en el 2013

Javier Treviño Cantú *

Milenio

8 de enero de 2013
 

La “Ley de Miles” fue acuñada, a mediados de los años 1940s, por un servidor público del Departamento de Presupuesto del Gobierno de los Estados Unidos, Arnold Miles, quien con razón decía: “tu posición ante un determinado tema depende de dónde estás sentado” (where you stand depends on where you sit).

En mi caso, he tenido la oportunidad de observar directamente los cuatro lados de “la mesa” del escenario internacional: desde la Embajada de México en Washington y la Subsecretaría de Relaciones Exteriores; desde CEMEX, una empresa global de origen mexicano; desde la Secretaría General de Gobierno de Nuevo León; y, ahora, desde la curul que tengo el honor de ocupar en la Cámara de Diputados. Y, hoy, no me queda duda de que el 2013 le planteará numerosos desafíos en materia de política exterior al nuevo gobierno de México que encabeza el presidente Enrique Peña Nieto.

Con un equipo renovado en la Cancillería y las demás dependencias del gobierno federal, así como en la red de embajadas y consulados de nuestro país alrededor del mundo, el nuevo gobierno deberá encarar un escenario turbulento, que exigirá una clara visión estratégica y una rápida capacidad de respuesta para promover nuestros intereses y reafirmar a México como una auténtica potencia emergente.

La complejidad e interrelación de los principales temas que conforman la agenda de política exterior para nuestro país harán necesaria, ante todo, una amplia visión panorámica y una estrecha coordinación entre todas las áreas del gobierno federal —así como una vinculación eficaz con los otros Poderes de la Unión, las demás instancias de gobierno y los diversos sectores de la sociedad— para desplegar una diplomacia con un enfoque integral.

La lista de asuntos internacionales a considerar en este año que apenas inicia es muy extensa y está en constante evolución. Sin embargo, entre los más relevantes destaca, por supuesto, la puesta al día de la relación con nuestros vecinos de los Estados Unidos. La llegada de un nuevo gobierno en México y la reelección para un segundo mandato del Presidente Barack Obama facilita la revisión de las prioridades respectivas y la articulación de nuevos canales de comunicación entre ambos países. Además, el nombramiento de los nuevos secretarios estadounidenses de Estado y de Defensa, así como la próxima designación de un nuevo embajador de México en Washington, permitirá replantear las premisas fundamentales en que se basa la relación bilateral.

El tema de seguridad necesariamente seguirá ocupando buena parte de la atención, mientras que la aparente voluntad del Presidente Obama para impulsar en el corto plazo una profunda reforma migratoria hará necesario que el gobierno mexicano defina cuál es la mejor forma de contribuir a su éxito, para regularizar la situación de los millones de compatriotas que ya viven en el vecino país y ordenar los flujos futuros. Igualmente, el cambiante escenario energético en Canadá y los Estados Unidos, sumado al compromiso del Presidente Peña Nieto de buscar una reforma en la materia, abre nuevas perspectivas para reforzar la competitividad de la región.

Sin embargo, el área que se vislumbra con un mayor potencial de avance es la de los intercambios económicos y comerciales. La creciente integración entre los aparatos productivos de México y Estados Unidos demanda una mayor inversión público-privada en infraestructura para agilizar el tránsito seguro de personas y bienes, así como la interconexión de los sistemas de aprovisionamiento energético. En especial, la participación de México, Canadá y los Estados Unidos en las negociaciones del Acuerdo Trans-Pacífico, podría significar una oportunidad ideal para actualizar algunos aspectos del TLCAN.

A la vez, las nacientes negociaciones en paralelo de Canadá y los Estados Unidos con la Unión Europea para establecer sendos acuerdos de libre comercio, exigirán, mínimamente, algún tipo de consulta con México para armonizar los diversos instrumentos que podrían llegar a co-existir. A menos, claro está, que México tome la iniciativa de proponer una gran negociación “marco” entre los integrantes del TLCAN y la Unión Europea para establecer un nuevo y ambicioso Acuerdo Trans-Atlántico.

Hacia el sur, el panorama es en extremo complejo. Todos los países de Centroamérica al igual que Venezuela enfrentan serias problemáticas políticas y de seguridad que pueden derivar en crisis de distinta naturaleza, frente a las cuales México tiene que estar preparado para actuar con la congruencia, firmeza y oportunidad que cabe esperar de una potencia regional. Superar múltiples tensiones con Brasil y Argentina es un pendiente de primera importancia, mientras que el gran reto regional para México será dar forma concreta a la Alianza del Pacífico con Colombia, Perú y Chile. Esta reciente Alianza tiene un enorme potencial, pero también implica riesgos de seguridad muy delicados, frente a los cuales habrá que estar particularmente atentos.

Europa seguirá representando un factor de riesgo en 2013, no sólo para México, sino para el mundo entero. Aún así, nuestro país goza de una posición privilegiada para relanzar las relaciones bilaterales e institucionales con la Unión Europea. En particular, al fomentar un mayor aprovechamiento del propio acuerdo comercial con que ya contamos, al replantear a fondo los términos de la cooperación para el desarrollo, y al dotar de contenido a una “asociación estratégica” que, hasta ahora, ha estado muy por debajo de su potencial para concertar posturas comunes en el plano multilateral.

Por diversas razones, Asia puede representar el desafío más complicado para la renovada política exterior mexicana. Por una parte, nuestra inclusión en las negociaciones del Acuerdo Trans-Pacífico puede ayudar a revitalizar nuestra presencia en toda la zona, pero para ello habrá que superar la dispersión que ha padecido en años recientes. Por la otra, reorientar la desastrosa relación bilateral con China implica un esfuerzo específico prioritario y urgente, el cual podría verse favorecido por el respectivo relevo en la dirigencia de su gobierno.

En su esfuerzo para reafirmarse como una auténtica potencia emergente, México también deberá mantener una presencia no sólo activa, sino destacada en los principales foros multilaterales. En especial, tendrá que enfocarse en definir una “hoja de ruta” para darle seguimiento y asegurar el éxito de la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU donde se revisen las políticas y estrategias actuales para enfrentar el problema mundial de las drogas, misma a la que nuestro país convocó originalmente el año pasado.

Finalmente, la nueva política exterior de México tendrá que englobar todos estos esfuerzos, las demás acciones de política pública que lleve a cabo el gobierno, e iniciativas a las que se sumen los sectores de nuestra sociedad, para ir transformando la deteriorada imagen de nuestro país en el mundo y generar un mucho mayor aprecio por nuestra cultura y capacidad de desempeñarnos en el escenario internacional como la gran nación que sin duda somos. Esta tarea es de tal magnitud y resulta tan trascendente, que es indispensable evitar un enfoque burocratizado o fragmentado. Para fortalecer nuestra ejemplar tradición diplomática, se requiere la participación de todos.

 
* Javier Treviño Cantú es Diputado Federal y fue Subsecretario de Relaciones Exteriores.